Cómo puede él, evitar sentir el desespero notable, con las sensaciones hirviendo, de una piel que no se muere, por los poros sensibles que huelen el aroma, que ronda en el ambiente, ambiente cuidado por el calor de una noche, acompañada por esa inmensa mancha blanca, que una vez más le susurra al oído, frases que no quiere escuchar, donde le dicta firmeza, quietud, pero sin desaparecer; quizás esto último sea la mejor opción, para mantener la poca cordura, de una loca mente que día a día se agudiza, ya que cree en la maldiciones de una vieja, que aún no ha nacido y ya las ha derramado sobre él, doblegandolo y provocando aún más, la sensibilidad de un hombre que no soporta ver, las noticias que no pasan, pero que siempre halla la manera de encontrar, como llegar a donde no debe. Sentado en las cuatro patas que soportan un cuerpo cansado, por caminar al revés, con los tenis desamarrados y las medias por fuera, sin embargo, es la manera más fácil de ver lo que se esconde, entre las palabras de quien habla, sin saber que decir, tratando simplemente de esperar que quien recepcione, pueda direccionar un mensaje, que quizás, se atore entre las cuerdas vocales y la mente.
Termina sin terminar, para poder seguir observando, lo que el ambiente de una calurosa noche, le dicta, sin dejarlo pensar.
