Hoy salió a caminar, mientras el mundo cierra los ojos, escuchando el silencio de unos labios que ya no quieren hablar, callados por el frío que emana un cuerpo caliente, que se encendió al mirar que no había nada, inundado de locura, la locura más cuerda que un demente puede dar. Sus ojos apagados por la luz incandescente, reducen la pupila hasta llegar a un punto, el mismo punto que altera el corazón, hasta dejarlo inmóvil, por culpa de un piñón que ya desgastado, no mueve la cadena, que por tanto barro se pegó, desmayando el alma, la que quizás no se puede rehabilitar, cual alcohólico dueño de una licorera, que ya sin vender, bebe a cantaros, hasta vaciar una a una todas las botellas de su bodega; entonces, como si fuera poco llegan demonios, que no compartió con nadie y de los cuales es dueño, llegan a rayar la piel, con sus uñas manchadas de tierra azul, que escarbaron piedras, mezclando sangre, piel y arena, con la rabia que sólo un animal, es capaz de padecer, ¿pero qué vienen a hacer ahora?, acaso no es suficiente ver como se desvanece el cuerpo, tras las rejillas de una alcantarilla, que alguien dejó abierta, como si supiera que por allí iba a pasar. Ahora untado de basura, agua de río y desechos, trata por no ahogarse, viendo como se hunde cada vez más, sin encontrar un fondo donde apoyarse, ó simplemente donde dormir, para alcanzar quizás, ese sueño al que todo ser vivo debe llegar; es ahí cuando se da cuenta, que no puede forzar la luz de sus ojos, que no sólo con cerrarlos le dará la paz, que busca en medio de la guerra, que su cuerpo está viviendo, la misma que sin razón alguna, está acabando con cada una de esas gotas de vida, que hacen posible mantenerlo en pie.
Padeciendo la vida de un muerto, que vive dentro de sí.
A cada paso que damos, encontramos personas que se mueren sin empezar a vivir, solo porque no ve la posibilidad de poder hacerlo, gracias por esto.
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