Anoche me di cuenta de algo importante, por primera vez escuché a mi hígado sin tratar de comprenderlo, sólo lo escuché, sin interrumpirlo, disfruté de cada uno de los instantes que me brindó, me dijo que podía atacarlo, que podía cuidarlo, pero que nunca lo iba a controlar, así no funcionan las cosas, hoy lo sigo escuchando, porque yo no estoy conmigo, solo soy, a medida que me alejo de mí, encuentro todo aquello que aporta a mi felicidad, y me doy cuenta que el objetivo no es ser feliz, sino apreciar y valorar todo lo que aporta a esa felicidad, que no está en una sola cosa, sino en todo, que las pasiones hay que vivirlas, y hay que hacerlas por amor a lo que de verdad apasiona, sin esperar lograr más, que la satisfacción de hacerlo bien, que no hay necesidad de buscar ser mejor, porque no existe tal cosa, que la vida no hay que entenderla, sino que hay que practicar para vivirla, y esa práctica nunca termina, que la luz no es la que brilla, sino que uno es el que debe hacer que brille, que lo mágico está en el presente de cada presente, o sea ya y ahora, ahora no busco, pero no dejo de caminar, de sonreír, y de aprovechar al máximo todo mi entorno, poniendo atención en todo lo que sucede cada segundo, porque es algo que tampoco va a parar, siento que estoy cerca, de encontrar, el dormido que llevo dentro, y que llegó la hora de despertarlo, es increíble lo que se puede escuchar, cuando se abren los ojos de los oídos, cuando apuestas con todos lo sentidos, para escuchar lo que la gente quiere a veces ignorar, no empiezo, solo actúo.